LOS TOROS ÍBEROS DE MONFORTE DEL CID
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En honor a los dioses
La civilización íbera atrae a expertos y profanos. ¿Qué tienen esos restos arqueológicos del neolítico que tanta curiosidad despiertan? En Monforte del Cid, una pequeña población de la comarca del Medio Vinalopó, en la provincia de Alicante, se encuentra una de las cunas arqueológicas más emblemáticas de la arqueología íbera. ¿Cuáles son sus secretos?
Los íberos de Monforte del Cid
Abramos las puertas de la historia y asomémonos al pasado: Monforte del Cid. Hace 5000 años de antigüedad. El río Vinalopó había creado varias terrazas fluviales rodeadas de llanuras propicias para la agricultura. El yacimiento del Camino del Río desvelaba una unidad residencial en un hábitat doméstico de mayor extensión. Las excavaciones aportaron una serie de piezas arqueológicas de gran interés en la reconstrucción de la vida cotidiana de nuestros antepasados durante los periodos del neolítico y la edad del bronce.
A lo largo de los siglos VIII y VII a.C. las comunidades indígenas que habitaban en el territorio monfortino a finales de la edad del bronce se perfilaban como un punto de interés territorial importante para el comercio de los fenicios. Este periodo culminaría en el s. VI con la instalación de colonias griegas en el litoral de nuestro territorio. En la segunda mitad del siglo VI a.C. el mundo ibérico monfortino se manifiesta en pleno esplendor cultural y económico, con importantes novedades políticas y sociales. La clase dominante, los sacerdotes y sacerdotisas, los comerciantes, los artesanos y artesanas…. Y en las clases más bajas, pastores y campesinos.
El guerrero y las sacerdotisas
En Monforte del Cid se encontraron materiales como exvotos y ofrendas que ayudan a identificar templos y santuarios. Las necrópolis se ubicaban en el entorno del poblado, como la del Camino del Río. Una de las piezas más destacadas dentro del conjunto arqueológico ibérico es el “torso del guerrero”. Se trata de una pieza del siglo IV. a.C, una escultura esculpida con túnica, portando un armamento de lujo, exclusivo, en todo caso, de alguien de la élite aristocrática.
Seguramente a todo el mundo le suena “la Dama de Elche”, una de las piezas más representativas de la cultura ibérica que fue encontrada en la localidad de Elche, colindante con Monforte del Cid. La interpretación arqueológica asocia a la mujer con los trabajos textiles y el hogar, aunque cuando los hombres se encontraban en la guerra también se hacían cargo de los trabajos agropecuarios y del cuidado de los niños y los ancianos. Sin embargo, como muy bien demuestra “la dama de Elche”, la figura de la mujer también se asociaba a rituales religiosos. En ocasiones, la mujer íbera aparece representada en diferentes bailes-rituales como sacerdotisa, dama y divinidad. En conversaciones con un doctor en historia del cual respetamos el anonimato, descubrimos que, al parecer, en Monforte del Cid tuvo lugar, hace ya varios años, un importante hallazgo que podría incluso hacer sombra a “la Dama de Elche”. Se trataría de una pieza arqueológica que representaría la cabeza de una “dama” o “sacerdotisa”, que de la misma manera que fue descubierta, volvió a ser tapada y enterrada. De ser cierto, ¿por qué se no se rescató esta pieza? ¿Tal vez por falta de presupuesto y recursos para llevar a cabo una excavación de gran calibre? ¿Intereses urbanísticos? En cualquier caso, las ubicaciones de este tipo de yacimientos, como es normal, lejos de ser publicitadas, suelen mantenerse en el anonimato con el fin de protegerlos de posibles expolios.
Los toros ibéricos
Sin duda alguna, los restos arqueológicos por los que Monforte del Cid brilla con luz propia como uno de los enclaves más importantes de la civilización íbera, son los “toros ibéricos”. Hablar de “toros ibéricos” no es hablar de restos arqueológicos cualesquiera. Algunos pueblos con toros ibéricos en nuestro país son Porcuna (Jaén), Segura de Toro (Cáceres), El Tiemblo (Ávila), y en la provincia de Alicante, Benidorm, Elche, Villajoyosa y Monforte del Cid. La morfología de las piezas cambia de un territorio a otro pero en esencia, el toro ibérico tiene un significado simbólico polivalente de gran belleza y está íntimamente ligado a la cultura íbera. Tenemos constancia de que en la Península Ibérica abundaban estos animales bovinos cuya cabeza, coronada por astas en forma de media luna, señalaban a este animal como un ser que estaba en contacto con el cielo y con la tierra y por tanto suponía en sí mismo un punto de conexión espiritual. Se sabe que los íberos realizaban ritos taurinos de corte religioso. El toro se sacrificaba a los dioses, era un adversario ante el que los hombres se enfrentaban, en solitario o en grupo, con la única protección de un escudo, en honor a la divinidad. Muchos investigadores (Fernández: 2003; Hernández: 2003) defienden la teoría de que el posterior desarrollo de la tauromaquia en la Península Ibérica proviene de esta tradición ancestral aunque obviamente, la relación entre aquellos rituales y el actual espectáculo lúdico festivo de las corridas de toros de hoy en día, está bastante desvirtuada.
En Monforte del Cid se han venido encontrando varias piezas zoomorfas de toros ibéricos desde principios de los años ’70 hasta la actualidad. Tanto expertos como profanos en la materia arqueológica, vecinos de la localidad de Monforte del Cid, agricultores en su mayoría, aseguran que cada que vez que se hace un agujero en tierras monfortinas, salen restos arqueológicos iberos. Algunos agricultores confiesan haberse encontrado, durante el arado de las tierras de sus viñedos (Monforte del Cid es famoso por sus uvas con Denominación de Origen del Vinalopó y gran parte de la población se sustenta de esta economía agrícola), con diversos restos que, o bien han sido quebrados por el contacto con las máquinas, o bien han sido deliberadamente ocultados. ¿Por qué? Porque a los agricultores no les interesaba arriesgarse a que sus campos de cultivo fueran acordonados por los equipos de arqueólogos. Quizá la era dorada en cuanto a excavaciones arqueológicas en el municipio, hasta el momento, está íntimamente relacionada a la cronología de obras que el Ayuntamiento de Monforte del Cid realizó con el objetivo de construir infraestructuras en el municipio. Cada vez que se removía y excavaba la tierra para construir una estación depuradora, un colector de aguas pluviales, etc., se producía, sin excepción, un hallazgo arqueológico de gran importancia. Así, a los hallazgos del pasado en Monforte del Cid, a partir de los años ’70, entre los que destacan un pilar estela que hoy en día es una de las piezas más emblemáticas que se conservan de la cultura íbera y varios toros ibéricos, se suman otras piezas que fueron encontrándose en la primera década del siglo XXI. Estos hallazgos no dejaban de atraer la atención de la comunidad científica. En el año 2009, por poner sólo un ejemplo, se hallaron el segundo toro ibérico mitrado de España y dos damas del siglo V. a.C. Las zonas de excavación monfortinas han sido visitadas en multitud de ocasiones por varios catedráticos y eminencias en materia de arqueología, tales como Teresa Chapa, catedrática de Arqueología de la Universidad Complutense de Madrid, considerada una de las mayores expertas en la materia, la catedrática de arqueología Carmen Aranegui, de la Universidad de Valencia, el catedrático Lorenzo Abada, de la Universidad de Alicante, etc…
El toro ibérico más famoso es el llamado “toro ibérico de Monforte del Cid”, uno de los mayores hallazgos arqueológicos del s.XX y uno de los que más protagonismo tienen como representativos de la antigua Contestania Ibérica. Fue encontrado de forma casual a principios de los ’70 en el Paraje de las Agualejas, en la terraza izquierda del río Vinalopó, y junto a él aparecieron así mismo un famoso pilar-estela (uno de los mas importantes del país) y otros dos toros.
¿En qué contexto aparecen los toros ibéricos de Monforte del Cid? En el contexto funerario. De hecho, se sospecha que el área donde se han venido encontrando estas piezas corresponde a una importante necrópolis. Las creencias, que bebían de tradiciones de los pueblos mediterráneos como los griegos y los cretenses, relacionaban al toro con la fecundidad y los cursos de agua, fuentes de vida y fertilidad claves para la fructificación de la tierra. Así, como protector y aliado en la vida, se suponía que el toro cuidaba también a los muertos en su tránsito hacia el Más Allá con el fin de garantizarles una feliz llegada a la morada de los dioses. Es por ello, como el arqueólogo monfortino Miguel Benito Iborra comenta, que estas figuras de toros presidían los lugares más destacados en sus cementerios. Así, los pilares-estela estaban coronados en la necrópolis monfortina por un toro… (Puedes leer el reportaje completo en la revista Historia de la Iberia Vieja nº 89 )
Publicado por: Mado Martínez