LO NAVARELO, LA CAMPANETA, LO GABATX
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En su Crónica de Alicante, Viravens apostilla: "En Font-Calent [esta vez separa la palabra compuesta] y extendidas por los alrededores de la gigantesca sierra de este nombre, están entre otras las conocidas casas y heredades de Les Fontetes, de D. Vicente Navarro: Navarelo, de D. Benjamín Barrie; Lucas, de los herederos de D. Francisco Navarro y Carnicer, y Lo San Juan... ". Envueltas entre fantasmagóricos restos de canterías abandonadas, vastas extensiones de alcachofales y taxativos carteles que espantan a cualquier huésped con un alarmante anuncio de Coto privado de caza, reforzado con Prohibido coger caracoles, todo en el mismo bando aterrador, todavía pueden descubrirse, doscientos años después de su edificación, las costillas dorsales en ruinas de una de estas ilustres fincas, Lo Navarelo. Se halla muy cerca del grupo de viviendas del Salar, un núcleo urbano cuyo nombre deviene de un nacimiento de agua salobre procedente de otra hacienda, Lo Gabatx.
En Navarelo merece la pena examinar los huesos de su antigua cisterna, las huellas de sus canalizaciones de riego con partidores de madera y surcos de cantería en las acequias; y el azulejo que en su triturada fachada indica, en pura cerámica alicantina azul con fondo blanco, el número del inmueble, el 151 de Font-calent Polígono D, tal como precisa otra placa de latón del Ayuntamiento de Alicante, acribillada de perdigonadas. Tan sólo una inútil cadena al lado del camino que enlaza El Rebolledo con El Salar preserva la posesión de inoportunos invitados.
Del feudo Lo Gabatx queda menos, tan sólo algunas tapias, aunque su porte sigue siendo exquisito y aristocrático a pesar del paisaje desolador y amargo que antes fuera, según Vicente Carbonell, "el lloc més bonic de la partida [el lugar más bonito de la partida)". También fue una heredad riquísima, cuajada de oliveras y algarrobos y de unas palmeras africanas que continúan pariendo unos dátiles dulces, con troncos que persisten en medio de la nada, elegantes y ricos. Emplazada un kilómetro arriba del Salar y cerca de Lo Montagut, la casa se llamó Lo Gabatx o El Gabacho por el ciudadano francés que fue su primer propietario, y en ella se fabricaba aceite y se empleaba, según los síntomas agrarios exteriores, un buen puñado de jornaleros.
Rica en agua originaria de una altura cercana, en las costuras de este terreno, que en su tiempo "es va vendre per tres i res [se vendió por cuatro durosl", según Andrés Pastor, aún se puede percibir un manantial reducido, aunque persistente; una cisterna, todavía abierta y seca, que sirvió de colector para todos los huertos, y un pozo en perfectas condiciones, con agua cristalina y helada aunque impura. El brocal de este aljibe, en roca rota a pelo, lo arreglaron, recita Andrés, el tío Revuelto y el tío Frasquet, malnoms o apodos a los que aún son apegados los fontcalenters, quienes también hablan del Pocatripa, el Pocarropa o el tío Salao, personajes eternos de su lenguaje oral. Pocas vigas y bastantes tejas, algunas inmemoriales, como una fechada el 30 de septiembre de 1929 y cocida en la Cerámica El Sol de Alicante, sirven hoy de estera para el suelo y arropan el recuerdo de Lo Gabatx, en cuya puerta principal de entrada, de piedra viva y yeso maltratado, aguanta, imperturbable, una pieza con fines defensivos enormemente curiosa. Un ojo cónico de cerámica cuya finalidad era servir como cañón o boquete de auxilio por donde entrar la carabina en caso de un ataque; para arrearle un tiro a cualquier tipo extraño o para espantar a un ladrón, si procedía.
Plagada de lombrices de color plata oscura, o cucs d 'aigua, que advierten de la inminencia de la lluvia de forma preventiva surgiendo a la superficie de la tierra, Andrés conoció esta finca reformada y activa, con decenas de obreros moviéndose, dinámicos. Y todavía retiene un hecho singular, digno de una película, andando por sus sombras marchitas: "Después de la guerra, aquí habitó un hombre cordial y amable, que mantuvo muy buena relación conmigo y con mi mujer durante bastante tiempo y que vivía con una muchacha que dormía en la casa".
Al cabo de los años, Andrés supo que el hombre era un fugitivo de Franco; la casa, su refugio, y la chica una prostituta, salvada como él de las persecuciones.
Al contrario de las posesiones anteriores, de la añeja finca La Campaneta no queda nada. Se conocía así porque su techumbre la coronaba una campanita de bronce que, durante algunos años y tras la guerra civil, se balanceó, de préstamo, en la ermita de La Canyada, hasta que se inició su reforma y se adquirió otro badajo. José Navarro y Carmen Lagrave fueron sus primeros propietarios y en el último cuarto del siglo XIX la adquirieron Pedro González, ex alcalde pedáneo, y Vicenta Pastor Aliaga. Sin ningún vestigio visible en la actualidad, ahora sólo es uno más de los numerosos enclaves de la partida. Una nueva piñata de chalés.
Fuente: El sorprendente reino desconocido. La magia de las Partidas Rurales de Alicante