CRUCE DE BARRANCOS Y CAÑADAS

Alargada como la sobra de un árbol y paso obligado de los peregrinos que hacen el camino de Santiago que parte desde Alicante, la partida rural de La Cañada del Fenollar la conforman pequeños núcleos de población a un lado y otro de la serpenteante carretera que va desde San Vicente hasta La Alcoraya y conforma la espina dorsal de esta pedanía de Alicante. Una extensión de trece kilómetros cuadrados s que ofrecen al visitante una bucólica imagen de terrenos agrícolas, parcelados y sembrados de un gran número de viviendas rurales diseminadas.
Pero también de casas agrupadas que forman, entre otros núcleos de población, los del Barrio de Granada, próximo a la autovía; las proximidades de la ermita de San Jaime, epicentro de la pedanía; El Pintat cuyo referente es el bar-restaurante que lleva el mismo nombre y que es parada obligada para quienes deseen degustar un buen plato caliente o tomar una tapa para reponer fuerzas, o la urbanización del Alabastre, próxima a la fábrica de yesos Algiss, industria ligada desde hace décadas a la pedanía. Tampoco hay que olvidar , según el censo del Ayuntamiento de Alicante, la población asentada en la Rambla del Pepior y la Rambla del Rollet.
Pero el referente de La Cañada es el núcleo que se halla alrededor del consultorio médico y el centro social, la farmacia y la tienda de Maruja, regentada ahora por su hija Mari Carmen Antón, que junto a la tienda de ultramarinos próxima a la autovía, son los únicos establecimientos comerciales que existen en la partida rural, en la que aún se pueden apreciar pequeñas explotaciones de alcachofas, almendros y olivos. Estos núcleos que acogen una población de 1.370 vecinos censados, pero que «a partir de Semana Santa y hasta después del verano se incrementan en más de un 60%», afirma Elías Azorín, presidente de la Comisión de Fiestas y repartidor del pan en la pedanía.
 
Cruce de Barrancos y Cañadas
 
«Muchos de ellos son familias de gente joven que tienen el trabajo en Alicante, y en menor medida en San Vicente, y que se han afincado aquí en la última década», refieren Manoli Carretero y Pablo Vidal, presidenta y secretario de la asociación de vecinos Alabastre-La Meca, que consideran que este hecho le confiere a la pedanía el carácter de zona dormitorio de la capital.
La Cañada, que recibe el apellido por la abundancia que hay de hinojo (fenoll), se caracteriza también por ser una encrucijada de cañadas reales y estar atravesada por varios barrancos que, según refieren los representante vecinales , «se juntan en la zona del Povill y desembocan finalmente en el cauce del Barranco de las Ovejas. Accidentes geográficos estos últimos que han sido objeto de numerosas protestas de los residentes para exigir a la Confederación Hidrográfica del Júcar que limpiase los cauces, llenos de cañaverales y arbustos, para evitar inundaciones en caso de lluvia. Protestas que han tenido una respuesta positiva, puesto que «han dejado los barrancos limpios de matojos y cañas», señala Carretero que asegura sentirse más tranquila.
 
El Alabastro
 
Sin embargo, no pueden decir lo mismo en lo que a seguridad ciudadana se refiere, que siempre ha sido el punto débil de las pedanías y presenta numerosas deficiencias. Vidal y Carretero aseguran que tras las primeras actuaciones de vigilancia por parte de la Policía Nacional, Policía Local y Guardia Civil que se contemplaron en el plan integral de seguridad de las pedanías, poco más se ha hecho y los robos se siguen produciendo, aunque no con tanta frecuencia como antes, indican al tiempo que reiteran que «la seguridad es mejorable». Un criterio que comparte también Dori Pastor, presidenta de la asociación de vecinos Santiago Apostol, que se queja de la poca o casi nula presencia de la policía en la partida rural.
En cambio, sí que reconocen, al igual que el alcalde pedáneo José Luis Tárraga, que se han mejorado mucho los servicios públicos como el de recogida de la basura, pues pasa un camión a diario para recoger los contenedores y los restos de podas, y también el transporte público, en el que se plantean los problemas derivados de la extensión de la pedanía, la segunda en superficie después de El Moralet, y una población muy diseminada que se ha de desplazar andando hasta las paradas que se hallan en la carretera. No obstante, para Dori Pastor es necesario incrementar las paradas e incluso que los autobuses amplíen su recorrido y se adentren en algunos de los núcleos de población que como es el caso de la ermita de San Jaime, tiene que desplazarse casi dos kilómetros andando para llegar a la parada de autobús. Los residentes disponen de una línea de autobús, la número 30, que sale desde el Cardiovascular de San Vicente y pasa por La Cañada, Verdegás y la Alcoraya hasta llegar a El Rebolledo, donde pueden enlazar con la línea 7 que les lleva hasta el centro de Alicante.
 
Cantera de yeso
 
Pastor también reclama el asfaltado y la iluminación de caminos rurales y calles de la zona de Lo Povill, como la de Los Lirios, Adelfas y La Condomina «que están intransitables y dificultan que incluso los carteros se desplacen a esta zona», señaló.
Otra de las reivindicaciones de la asociación de vecinos Alabastre-La Meca (en La Cañada hay al menos cuatro asociaciones de vecinos, entre las que se incluyen las de San Jaume y la de las Dos Calles del Muro, que canalizan las quejas y demandas de los residentes), es la creación de un centro social polivalente en zona de la ermita de San Jaime. Un nuevo equipamiento que sustituiría al actual centro social que está junto al consultorio médico y donde se celebran las actividades de los vecinos.
Imgagenes: Rafa Molina
Fuente: Las Provincias

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