El CASTILLO DEL RIO

Sinopsis: Breve documental sobre el Castillo del Río (ASPE) Nacionalidad: España Director: Juan Antº Cuesta Martínez Año: 2016 Producción: José Parreño Juan Categoría: DOCUMENTAL Guión: José Parreño Juan Tema: Documental Fotografía: Joaquín Ferrandez Brú Formato Original: Vídeo Montaje: Juan Antº Cuesta Martínez Duración: 07:18 Reparto: Emilio José García Macía Joaquín Ferrandez Brú José Parreño Juan Juan Antº Cuesta Martínez Nieves Parreño Davó
Fuente: www.festivalcineelx.es
Localización: Mapa Partida El Rio

CERÁMICA ANDALUSÍ DEL CASTILLO DEL RÍO DE ASPE

El castillo del Río

Castillo del río de Aspe.

Cerca de Aspe, en la margen izquierda del Vinalopó que por aquí ya está exhausto, hay un castillo sobre un alto, en un meandro del río donde entre carrizos anidan los patos. El cerro sobre el que se asienta está rodeado de lienzos de muralla de mampostería, semi arruinada, y conserva restos de doce torreones, algunos en peligro de desmoronarse del todo, delimitando un gran espacio que forma terrazas, el albacar de la fortaleza. Es un paisaje singular que rezuma historia, es una pena que las chumberas que colonizaban las ruinas estén afectadas por una enfermedad que afea el conjunto.

 

      Una de las doce torres de Aspe el Viejo.

Las chumberas han enfermado, antes le daban un sabor al paisaje.

Fue excavado en parte, y nos dice Rafael Azuar que este recinto daría cobijo a unas trescientas personas, que habitaban casas de una altura con cubiertas de ramaje y barro y tenían sus animales y almacenes en ese gran patio común.

 Recreación del interior de una vivienda andalusí en Algeciras.

Casa en ruinas en las proximidades; los materiales y técnicas constructivas serían similares: piedras,   argamasa de yeso y cal, barro.

Sería por tanto un asentamiento rural islámico que, por ser citado por las fuentes árabes, debía tener la entidad de cabeza administrativa de un hisn árabe. Para su defensa, los habitantes construyeron, a mediados del siglo XII, la fortaleza, junto al río para disponer de agua, pero alejada de las alquerías que explotaban las huertas fértiles de Aspe, tan afamadas. 

     Albacar, recinto común al descubierto intra muros.

Una de esas fuentes es el almeriense Al-Udri, geógrafo de Dalías que en el siglo IX hace mención de Ash o Asf, o sea, la alquería de Aspe, coincidiendo este lugar con el itinerario que describe en su trabajo sobre la Marca Superior de Al Andalus, centrado en la Cora de Tudmir.
 
 
 Arabe, tomado de Boulanger.
 
Estos moros de Aspe, que dependían de los Banu Hud de Murcia a mediados del siglo XIII, en 1225 se enfrentaron a los cristianos de Alvar Fáñez, y tuvieron muchas bajas.
 
 

Escaramuza entre árabes y cristianos, Museo de Alcoy.

 

A la fecha, los correspondientes enterramientos no han aparecido. Hay una importante necrópolis cerca, en Vistalegre, pero es cinco siglos más antigua, visigoda.de cuatro siglos. Tampoco sabemos dónde vivían estos visigodos ahí enterrados, por cierto, pues el poblamiento tardorromano está atestiguado en los alrededores sólo hasta el siglo VI, y las tumbas de vistalegre están fechadas en el VIII.

 
 
 

Jarrita tardorromana. Museo de Alcoy.

 
 

El caso es que este lugar se despobló, trasladándose la población al lugar del Aspe actual. Algo parecido podemos imaginar que pasó con los moros de Elche que ocuparon lugares estratégicos al norte de la actual población, como La Moleta o El Castellar de Morera, pienso, pero es algo por estudiar.

 
 

   Baños árabes de Elche, la vecina Madinat Ils.

La fortaleza conocida como Ash, Asf, o Aspe el Viejo, fue por tanto ocupada durante un siglo aproximadamente. Pero las excavaciones nos confirman que los terrenos que ocupa fueron nivelados con tierras que contienen restos de habitantes mucho más antiguos. Si el espacio que ocupa la fortaleza lo encuadramos en uno más amplio, abriéndolo en superficie hacia el Tabayâ, constataríamos una ocupación ininterrumpida durante más de dieciséis siglos.

 
 

Fragmento de cerámica ibérica pintada: Todos los fragmentos fotografiados quedaron en su lugar.

 
 

 Fragmento de cerámica ática de barniz negro.

 
Don Daniel Jiménez de Cisneros, infatigable profesor que se interesó a principios del siglo XX por los fósiles, a menudo encontraba restos arqueológicos en sus excursiones, de los que daba cuenta en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural. Allí dijo que en el Castillo del Río de Aspe (donde residió) se encontraban restos de cerámicas micáceas, como él llamaba a la cerámica a mano con desgrasantes, además de celtibérica (ibérica) y barros saguntinos, es decir, terra sigillata. También Don Pedro Ibarra, el ilustre archivero ilicitano, recorrió este paraje, y a esas pastas micáceas las llamó, imprecisamente porque entonces no lo tenían fácil, “neolíticas”.
 

       Tiestos. Castillo del Río.

 

Don Enrique Llobregat, a quien tuve el honor de conocer, siendo yo adolescente, durante las excavaciones del Cabezo Lucero, menciona en su Tesis Doctoral sobre la Contestania Ibérica, el hallazgo de un lekythos ático, que da la cronología más antigua, un idolillo y una lápida romana junto a cerámicas pintadas ibéricas y sigillatas, “cerca“ del Castillo del Río.

 
 

         Aparece en gris la zona recalzada tras el desplome de un bloque enorme.

       El bloque desplomado
 
 
Conglomerado que conforma el bloque. Cantos rodado de las terrazas del Vinalopó.
 
 

Recientemente, recalzando una torre del castillo, se ha encontrado un muro de mampostería de una estancia con su pavimento, perteneciente a una vivienda de las postrimerías de la etapa romana. En el habitáculo los arqueólogos, se nos cuenta, han recuperado vajilla fina a molde, ánforas importadas de Túnez así como cerámicas comunes de cocina, según un diario local. Y ello de principios del siglo VI después de Cristo.

Rafael Azuar había mencionado antes, entre la tierra revuelta de sus excavaciones, fragmentos de cerámica ática, campaniense e ibérica y, sobre todo, sigillata clara D, con sigillatas grises.

 
 
Carrizos del Vinalopó, al pie del castillo. es una zona de caza abundante.
 
 
 
Dice José Ramón García Gandía, en su Síntesis arqueológica de Aspe, y siguiendo a Alfredo González Prats, que en el Castillo del Río los niveles ibéricos, o bien fueron totalmente arrasados por las construcciones islámicas, o la cerámica ibérica formaba parte de las tierras utilizadas como tapial por las gentes que acondicionaron la zona ya en el siglo XII. 
 

      Aspecto de una alquería morisca en Olocau, Valencia, junto a su castillo.

En resumen, antes de ser una alquería islámica que fue fortificada en el siglo XII, hubo, si no en el lugar exacto de la misma, sí en un espacio más amplio que comprendía éste, un poblado ibérico desde cuatro siglos antes de Cristo, que, romanizado, fue villa rústica. Esta villa se identifica hoy con la citada por el Itinerario de Antonino como Aspis. En todo caso, situada en el recorrido de la Vía Augusta.
Nos describe la citada Síntesis de García Gandía, siguiendo a Reynolds, que los materiales aparecidos muy cerca de este lugar, en un punto donde aparecieron cuatro enterramientos expoliados, son tardorromanos, sigillata africana de entre los siglos VI y VII de nuestra era.
 
 

 Ruinas de una casa de campo tradicional en las proximidades.

  Las pastas con desgrasantes gruesos que menciona Azuar.

 
La cerámica andalusí, cuya descripción tomamos de Azuar, confirma esta ocupación de la fortaleza de en torno a un siglo. De una parte, dice su excavador, no aparecen cerámicas en verde y manganeso, ni cuerda seca, ni con esgrafiado o verdugón, es decir, no hay evidencias de cerámica califal o taifal. Tampoco algunas de las cerámicas características de los siglos X y XI, como candiles de piquera, o ciertas formas típicas de redomas o marmitas, por lo que adscriben la ocupación desde la segunda mitad del XII a fecha límite 1.268, período que el autor denomina “africano”.
 
 

Los desaparecidos baños árabes de Murcia. Asf, o Aspe el viejo dependía de los moros de Murcia.

Torre del castillo del río. Una estampa más del importante legado de fortalezas medievales de Alicante.
 
 
Candil de cazoleta abierta y pellizco, con asa, vidriado con óxido de hierro. museo de Alcoy.
 

 Otro candil de pellizco melado.

       Interior de una de las torres.

 
 
Olla globular sobre un anfre para meter brasas, Museo de Alcoy.
 
 

    Asa de pasta roja sin vidriar.

   Redoma de base plana vidriada en turquesa, museo de Alcoy.

   Otro de los doce cubos del castillo del río de Aspe.

   Podía titularse Los moros de Elche. Tomado de Boulanger.

     Sobre el conglomerado de cantos natural, hiladas de piedra. Sobre ellas, el encofrado de argamasa típico islámico.
 
 
Aspe el Viejo.
 

                       Jarrita y dirhemes. Recreación de quien esto escribe, reproducción arqueológica también.

Vasar andalusí recreado en el Museo de Alcoy
 
Finalmente, acompaño el resumen descriptivo de las cerámicas hispano árabes que han proporcionado las sucesivas excavaciones:
    • redomas piriformes de base plana en verde interior y exterior,
    • jarras de cuello alto (tipo cántaro) en barro claro decoradas con manchas o goterones de óxido de hierro,
    • jarritas pintadas en manganeso con decoración geométrica, otra de cuatro asas pintada al manganeso con falsa epigrafía sin esgrafiar,
    • otras jarritas de base plana algo convexa y cuello recto algo abierto y asas rectas con base en el cuello decoradas con tres pinceladas de manganeso cruzadas en la panza y tres en el cuello, cazuelas planas de base convexa con borde moldurado para tapadera y dos asas en pasta roja con desgrasantes y vedrío melado interior,
    • tapaderas cóncavas de pedúnculo central y labio plano,
    • alcadafes con abundante desgrasante vegetal, sin marcas de torno, y peinados en la panza,
    • marmitas globulares de cuello alto y recto, labio biselado al interior y dos asas, de pasta roja vidriada al interior y goterones,
    • tinajas con decoración de ondas, peinados y ungulados, algún estampillado degenerado.
 
 
                 
Jarrita andalusí reproducida por el autor, Juan Antonio Pérez Meca. Barro del Vinalopó.

 

Localización: Mapa Partida El Río
Fuente:Arqueocerámica
Autor:Juan Antonio Pérez Meca

CASTILLO DEL RIO

CASTILLO DEL RIO - Aspe España - Spain Castle of the river.
12 century moors castle on edge of Aspe.

Robin Bonathan nos muestra el Castillo del Rio desde la vista de su Dron. Espectaculares vistas de la Partida El Rio de Aspe con muy acertada banda sonora que te lleva a los tiempos del Castillo.

Fuente: Canal Youtube Robin Bonathan

EL TABAYÁ. UNA ENCRUCIJADA DE 4.000 AÑOS

Fueron los musulmanes que habitaron el Castillo del Río, seguramente, quienes pusieron el nombre a la Sierra del Tabayá; la sierra pared, la sierra muro, del árabe tabiyyâ, vocablo que se usa para denominar los muros fabricados en tapial. La sierra, también denominada desde antiguo como Tabaiá y Tabeyán, es conocida por albergar, en sus cotas superiores, uno de los yacimientos de la Edad del Bronce más interesantes de la Comunidad Valenciana. Se encuentra hacia los 305 metros de altura, con un desnivel de aproximadamente 130 metros sobre el Río Vinalopó y una pendiente muy fuerte, casi del 50 %.

El profesor Jiménez de Cisneros, en una excursión realizada en 1910, describe restos de estructuras que afloran en la superficie y recoge varios fragmentos cerámicos, que denomina barros. El estudio lo publica en el Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural:

V. El Castillo del Tabeyán.- El Tabeyán (Tabayá en valenciano) es una serreta de áspera pendiente, constituida por un conglomerado grosero de mucha resistencia, formando el estrecho superior del Vinalopó”. Entre sus ruinas y en los derrubios encontré barros negros micáceos, barros celtibéricos y otros saguntinos. Aquí, como en otros sitios se han sucedido los pueblos dominadores

Sierra del Tabaya

La sierra del Tabayá

El yacimiento lo dio a conocer el grupo de la Operación Rescate del colegio del Padre Dehón de Novelda y, en 1982, el profesor Navarro Mederos señala la presencia de cerámicas pertenecientes al Bronce Final y a los Campos de Urnas, en una estructura tumular alterada por clandestinos. En 1987, el Dr. Hernández Pérez inició la primera de las cinco campañas de excavación arqueológica que dedicó a éste yacimiento y que depararon un importante volumen de información y de restos materiales, sobre todo cerámicas, que actualmente se encuentran depositadas en el MARQ.

Por otra parte, la publicación de un cuenco campaniforme recogido por aficionados y expuesto en el Museo Arqueológico de Novelda, y que encuentra registros similares en fragmentos cerámicos recuperados en los niveles más antiguos del yacimiento, hacen que nos encontremos ante un poblado que presenta una secuencia cultural amplia que abarcaría desde la época denominada como Campaniforme, hacia la mitad del III milenio antes de nuestra era, hasta el primer tercio del I milenio a.n.e., pasando por un periodo de fuerte influencia argárica.

En la primera campaña de excavaciones, durante el mes de agosto de 1987, se descubrió un excepcional conjunto cerámico del Bronce Final, compuesto de diferentes vasijas de cuerpos troncocónicos, cónicos, globulares y decoradas con acanaladuras e incisiones sobre superficie bruñida. Bajo un pavimento de una de las estancias, se localizó un enterramiento singular de un individuo masculino en decúbito lateral derecho que portaba una alabarda de bronce, pieza vinculada a elementos de prestigio que refuerzan, aún más si cabe, la presencia de élites sociales en estos momentos de la prehistoria: tan sólo unos pocos individuos se encuentran enterrados bajo los niveles de habitación, individuos de varias edades, pues algunos niños se han localizado inhumados en vasijas de barro, posiblemente del mismo linaje. Del resto de los habitantes del poblado, habitado durante cientos de años, desconocemos su lugar de enterramiento.

También está atestiguada la presencia de conjuntos cerámicos pertenecientes al Bronce Tardío (1.500 – 1.200 a.n.e.). La información que nos proporciona el estudio de la producción cerámica nos muestra un cambio o ruptura respecto a los patrones anteriores, tanto en el plano formal como en el técnico, aunque los nuevos tipos conservan la misma funcionalidad de los que sustituyen, sobre todo, cocina y almacenaje.

Enterramiento en cista con alabarda (M. S. Hernández Pérez)

Enterramiento en cista con alabarda (M. S. Hernández Pérez)

Desde el punto de vista espacial o territorial, el poblado de El Tabayá se encuentra en el límite o frontera entre dos culturas propias de la Edad del Bronce: la cultura argárica y la cultura del bronce meridional valenciano. Y posiblemente perteneció a ambas, en distintos momentos de su historia, tal como ocurre en muchos poblados contemporáneos del valle del Vinalopó, encontrando, en la Vega Baja, asentamientos eminentemente argáricos y, en la Alcoiá, otros del Bronce valenciano.

Se ha considerado la cultura argárica como una de las primeras sociedades Estado de nuestra prehistoria reciente. Se caracteriza por poblados situados en cerros elevados, con buena visibilidad, control de las vías de paso y cercanos a recursos hídricos. Llegaron a tener, en ocasiones, sistemas defensivos formados por murallas y torres. Este denominado “encastillamiento”, que ya empieza a darse en el Campaniforme, se considera como el punto de no retorno entre las sociedades segmentarias, de alto grado de igualdad social, propias del Neolítico anterior, y la jerarquización social emergente que observamos, sobre todo en los enterramientos, en estos poblados del II milenio antes de nuestra era.

El nombre de cultura argárica viene del emblemático yacimiento de El Argar, en Antas, Almería. Sus poblados, además de las características antes mencionadas, poseen una clara uniformidad material, la abundancia de armamento militar y de prestigio fabricado en bronce y una progresiva diferenciación social. Su expansión territorial coincide al norte con los valles del Vinalopó y al sur ocupando las provincias de Murcia, Almería y parte de la de Granada.

El denominado Bronce Valenciano ocupa el espacio geográfico al norte de los valles del Vinalopó y llega hasta zonas meridionales de la provincia de Castellón. No presenta una uniformidad en su cultura material tan apreciable como la que se observa en el bronce argárico. Las relaciones ente los poblados, probablemente, no son tan importantes y, éstos, gozarían de una cierta autonomía política y económica en parte ajena a los importantes circuitos comerciales argáricos. No obstante, la existencia cercana de un Estado en expansión sugiere también la existencia, en su periferia, de una organización lo suficientemente estable como para mantener su autonomía.

Desde el punto de vista local, nos encontramos con un poblado de economía auto gestionada basada en la agricultura y en la ganadería. El cultivo del cereal, básico en las comunidades de la Edad del Bronce, hace que sus gentes se adapten al ritmo estacional de las cosechas y a la fabricación de elementos relacionados con la producción agropecuaría. Instrumental de madera y sílex para la siembra, siega y recolección, capazos y recipientes de esparto, vajilla cerámica.

Detalle del enterramiento con alabarda (M. S. Hernández Pérez)

Detalle del enterramiento con alabarda (M. S. Hernández Pérez)

Sus casas se construían con una base de muros levantados en mampostería ordinaria. Trabados con barro y yeso, cuando éste estaba disponible. Las paredes se apoyaban, a modo de terrazas, en la ladera del cerro y sus techumbres, soportadas por postes de madera anclados en el suelo, se construían con barro y paja sobre una empalizada. Sobre los pavimentos de tierra apisonada, fina, arcillosa o yesífera, encontramos pequeños hornos, cubetas de barro para el agua, molinos de piedra para moler el cereal, poyos para la colocación de vasijas. Por la fachada más amplia colgaban esteras de esparto y, posiblemente, la estancia, ocupada por una extensa familia, compartía el espacio con sus cabezas de ganado.

Estas gentes, que habitaron en nuestro término municipal desde hace algo más de 4.000 años, se adaptaron al medio, crecieron y fueron evolucionando hacia sociedades más complejas desde el punto de vista social y cultural.

Enterramiento infantil en urna (MARQ)

Enterramiento infantil en urna (MARQ)

Durante el Bronce Final, la variedad agrícola en los cultivos adquiere una mayor importancia, introduciéndose especies como el lino o el mijo, y surgen grupos ganaderos de elevada movilidad, los cuales ocupan temporalmente algunos asentamientos nuevos. Los tipos cerámicos son carenados, hechos a mano, de base plana y diferentes tipos de decoración (incisa, excisa, o acanalada).

Alrededor del 1.100 a.n.e se documenta una nueva cultura procedente de Centroeuropa y que va a marcar el paso del Bronce Final a la I Edad del Hierro. Son los denominados Campos de Urnas, denominados así por su novedoso ritual de enterramiento en recipientes cerámicos enterrados en hoyo. El área de influencia de esta cultura se extiende hasta el Vinalopó y el Tabayá.

La región valenciana ejercía de red intercomunicadora entre las diferentes culturas existentes durante este período. Junto a los Campos de Urnas también se perciben contactos con la Meseta Castellana: la cultura de Cogotas. Las rutas comerciales de la prehistoria reciente están relacionadas, muchas veces, con tráfico de ganado desde la zona levantina al centro peninsular. Por si fuera poco, griegos y fenicios comienzan a atracar en nuestras costas y establecen asentamientos que sirven de base para comerciar con las elites locales ya diferenciadas durante la Edad del Bronce.

Secuencia estratigráfica de El Tabayá  (M. S. Hernández Pérez)

Secuencia estratigráfica de El Tabayá (M. S. Hernández Pérez)

La sociedad comienza a ser más compleja y de las élites indígenas surgen los primeros príncipes que reciben regalos de prestigio llegados del próximo oriente asiático.

Paralelamente, cambia el patrón de asentamiento de los poblados. Los existentes fueron abandonados de forma progresiva a finales del Bronce Tardío. Este abandono fue más acentuado en las provincias de Alicante y Valencia. Como consecuencia de esto, en el Bronce Final surgieron nuevos asentamientos en ubicaciones diferentes, algunos de los cuales formarían importantes centros urbanos durante la Edad del Hierro y, posteriormente, en la cultura ibérica.

Localización: Google Maps
Publicado por: José Ramón García Gandía.
Fuente: Año Impar

EL CASTILLO DEL RIO

Hace ya unos  cientos de años que este castillo que fue construido sobre una pequeña elevación del terreno de 246 m de altitud en el margen izquierdo del río Vinalopó. Su construcción fue del primer tercio del s. XII y disponía de una superficie de unos 7.000  metros cuadrados, El recinto amurallado, formado por 12 torreones (actualmente solo quedan los restos de 5 torres), carece de torre del homenaje  y se encuentra actualmente semiderruido.
El castillo contaba con un pequeño pueblo,  la antigua Aspis ibérica,  En el siglo XIII la población se trasladó a su actual ubicación y paso a llamarse Aspe.
El lugar fue conquistado en 1265 por el infante don Pedro, quien lo cedió a Alfonso X. Por un breve periodo de tiempo perteneció al infante Juan Manuel, hasta que durante las guerras con Castilla fue ocupado por los aragoneses en 1296 y confiado al rais de Crevillente. En virtud de la sentencia de Torrellas de 1304 Aspe quedó definitivamente incorporada al Reino de Valencia. Conoció diversos señores pertenecientes a la Casa Real, hasta que a finales del siglo XV pasó a los condes de Cocentaina. Con la expulsión de los musulmanes quedó deshabitada, por lo que el marqués de Elche, su nuevo señor, otorgó carta puebla en 1611 a favor de 157 repobladores cristianos.
En él se encontró uno de los dos únicos arados árabes hallados en toda España y que actualmente se encuentra expuesto en el Museo arqueológico provincial de Alicante (MARQ).
Recientemente un corrimiento de tierra ha destruido una de las torres que ahora se encuentra en el fondo del valle.

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